Para viajar lo mejor es tener la mente abierta. A nuevas culturas, nuevas gentes, nuevos olores y sabores. Y si viajas al extranjero, también a nuevas lenguas. Si conoces al menos el vocabulario básico y puedes chapurrear unas cuantas palabras en el idioma del país al que vas a viajar, te resultará mucho más sencillo moverte por esas tierras y sacarle el máximo partido a tu aventura.
Imagina esta escena: bajas del avión, estás en tu destino por fin y el estómago te ruge endiabladamente después de tantas horas de viaje, así que te diriges al primer taxi que ves e intentas indicarle al conductor que te lleve al restaurante más cercano. Hay muchos taxistas que dominan varios idiomas y te comprenden a la perfección sea cual sea tu lengua madre... pero este no es uno de esos taxistas. No entiende nada de lo que le dices. Ni siquiera la palabra “restaurant” le resulta familiar. ¿Será tu pronunciación? ¡No puede ser tan mala! De hecho es una palabra que apenas cambia del español al inglés, el idioma más utilizado internacionalmente. Solo cuando le haces el gesto de llevarte algo a la boca parece entenderte. A continuación abre la guantera del coche y saca un bocadillo envuelto en papel de aluminio. Debe de ser su almuerzo, y te lo ofrece en un acto de generosidad infinita para que calmes tu hambre mientras espera que le indiques por fin un destino al que dirigirte. “Cuando tienen hambre, estos turistas no se preocupan por otra cosa”, estará pensando.
Es una situación exagerada, lo sabemos. Pero anécdotas más inverosímiles ha propiciado el desconocimiento de un idioma. Con un simple smartphone y una visita a un traductor online como Woxikon que cuente con un botón de lectura de palabras en voz alta, habrías salido del paso. La pronunciación impecable de uno de estos traductores no habría dejado lugar a la duda: tú habrías saciado tu hambre en un encantador restaurante local y tu amable taxista no se habría quedado sin almorzar.
Hace unos años, cuando los teléfonos inteligentes eran todavía ciencia ficción, la mejor opción era llevar un vocabulario de bolsillo para poder realizar consultas en cualquier momento. Más tarde surgieron traductores portátiles, también de bolsillo y parecidos a una calculadora, que nos solucionaban la papeleta. Su inconveniente era que no podían leer en voz alta las frases con el fin de conocer su pronunciación, y su vocabulario era un listado limitado que, aunque incluía varios miles de términos, no podía actualizarse.
Hoy en día esto ya no es un problema. Como cuando viajes llevarás contigo tu smartphone para hacer fantásticas fotografías, intercambiar mensajes con tus contactos para contarles lo estupenda que está siendo tu experiencia y, de paso, hablar por teléfono, ahora tendrás también un poderoso aliado en constante actualización con el que defenderte allá donde vayas en esa lengua que hasta ahora se te resistía.
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